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domingo, 24 de octubre de 2010

El tempo, un factor primordial

Según una de las definiciones del diccionario, “música es el arte expresado mediante la ordenación de los sonidos en el tiempo”. Así las cosas, todo sonido (o conjunto de ellos) de cierta duración que aspire al “estatus” de composición musical debe cumplir con dos premisas: ritmo y melodía, relacionando (no sin caer en una simplificación excesiva) “ordenación” con “ritmo” y “arte” con “melodía”. 

Y estos dos términos van siempre relacionados de forma indisoluble; puedes tener una técnica instrumental alucinante, pero si lo que haces no dice nada, estás perdiendo el tiempo, y si lo que haces tiene interés pero el ritmo va y viene, el mensaje no llega de la forma correcta. 

Si bien es cierto que un sólo instrumento ya es capaz de crear música, los actuales estándars del rock, pop y demás géneros más o menos comerciales demandan que exista más de una voz en una composición musical, lo cual implica su ordenación frente a un mismo esquema rítmico y melódico. (Obviamente, esta es una definición un tanto simplista; aquí podríamos hablar largo y tendido sobre armonía, contrapunto, tensiones rítmicas y melódicas, etc., pero vamos a mantener nuestra pequeña disertación en parámetros sencillos).


Nuestra sociedad es muy dada a otorgar roles específicos a cada uno, así que en una formación musical los instrumentos de percusión tienen, en general, el cometido de mantener el ritmo y el tempo, evitando que la composición se desplace (de forma involuntaria) de una velocidad a otra. Sobre esta cuestión también se podría discutir largo y tendido, aunque nosotros estamos de acuerdo con las afirmaciones de Max Roach cuando decía, “¿Por qué tengo que mantener el tempo para otro?. Tengo un instrumento que puede dar color y hacer cualquier cosa para mejorar la interpretación. ¿Voy a restingirme a hacer ding-ding-ding para ti?. Si no puedes mantener el tempo, no deberías estar en esto de la música... Todo instrumentista debe ser capaz de sentir el pulso sin una sección rítmica”. Pero no todo el mundo es tan abierto de mente.

Sea como fuere, cualquier músico debe ser capaz de mantener el tempo sin dificultades y la finalidad de este artículo es dar una serie de consejos y recursos para mejorar nuestro “reloj interno”.

Evidentemente, aunque estas palabras se escriban en una publicación para bateristas y percusionistas, son aplicables a cualquier intérprete así que te recomendamos que pases este artículo a los demás músicos de tu grupo; es en beneficio de todos.

Antes de entrar en materia, vamos a plantearnos una situación común (por desgracia) en muchas formaciones. Pongamos por ejemplo que el baterista ha asumido plenamente su rol de “guradián del ritmo absoluto” y está tocando a tempo (si, además, lo hace con feeling es que es uno de los grandes); uno o varios de los miembros de la banda hacen caso omiso y se adelantan o atrasan frente a esa referencia absoluta. ¿Qué hacer frente a esta situación?; tenemos dos opciones?: nos “vamos” con ellos o nos “quedamos” en nuestro sitio, “ya volverán al tempo correcto”. 

El primer caso es el que implica una menor transgresión en lo que se refiere a la esencia de la canción; simplemente la hacemos más rápida o más lenta, alterando mínimamente su forma original. Además, todos los miembros de la banda se mueven al unísono, por lo que si el desplazamiento del tempo es pequeño, probablemente la mayor parte del público ni se dé cuenta. Otra consecuencia de este “atraso” o “adelanto” colectivo es que podemos probar nuestra composición a una velocidad diferente a la original, cambiando el feeling general de la composición. (Aunque esta última afirmación suana un poco a consuelo de pobres).

“Quedarnos” en el tempo correcto lleva implícito un problema bastante grave: alteramos el groove de la canción, la ordenación rítmica de todas las voces implicadas se ve alterada frente a la referencia absoluta. Además, siendo un poco egocéntricos, nadie va a pensar (por ejemplo), “mira, el baterista se mantiene en el ritmo y los demás se adelantan”, sino que la opinión general se parecerá más a, “el baterista se atrasa”, ya que es más fácil darse cuenta del “error” de uno que del de varios (aunque tú lo estés haciendo bien).

Un baterista nos contaba en una ocasión que él utilizaba una tercera solución que, si bien no es del todo ortodoxa, en su formación funcionaba más o menos bien. Asumiendo que su rol era el de mantener el tempo, y que sus compañeros eran capaces de seguirlo, llegaba a la conclusión de que ellos se iban de tempo porque no podían oírle bien. Solución: tocar más fuerte. En realidad, lo que ocurría es que sus compañeros se soprendían por ese “ataque sonoro” de la sección rítmica, se fijaban en él y volvían al tempo correcto.

De todas formas, todo el mundo coincidirá en que lo deseable es no tener que llegar a tomar ninguna de las tres decisiones, y esto sólo se soluciona con un buen entrenamiento rítmico por parte de todos los miembros de la banda ya que, después de analizar las tres soluciones anteriores y ver que ninguna es óptima, llegamos a la conclusión de que tener sólo un miembro de la banda capaz de mantener el tempo no es solución viable para una formación (si uno debe fijarse en el baterista para mantener el tempo, nunca será capaz de tocar con fluidez su instrumento, ya que estará más pendiente de otro músico que de su instrumento).

La única solución a este problema pasa por el estudio intensivo del ritmo y la práctica en mantenerlo invariable; si bien este estudio puede parecer aburrido y estéril, una vez hayamos podido ajsutar nuestro reloj interno nos daremos cuenta que no deberemos estar pendientes del tempo y podremos tocar de forma fluida sin “irnos”.

La primera y más socorrida solución es la de tocar sobre grabaciones. Ya sea empleando discos o la música de alguna emisora de radio tendremos una útil herramienta para practicar nuestro “time keeping”. Pero este método tiene dos pequeños inconvenientes, y el primero de ellos reside en el tempo de la grabación. Gran cantidad de grabaciones han sido realizadas por músicos altamente cualificados y con gran capacidad para mantener el tempo dentro de unos márgenes correctos, pero también es posible encontrar grabaciones que, puestas al lado de un metrónomo, se van adelante o atrás. El problema es evidente: si estudiamos con un libro incorrecto, podemos llegar a conocer ese texto perfectamente, pero el resultado será erróneo.

El otro inconveniente de tabajar con grabaciones reside en el hecho de que existen demasiados elementos que nos pueden distraer de nuestro cometido: seguir el ritmo.

La fórmula más tradicional es trabajar con un metrónomo o cualquier tipo de claqueta, sólos contra el ritmo. Al principio es interesante empezar a trabajar con un tempo medio (entre 90 y 110 bpm, por ejemplo) y, sobre todo, con patrones sencillos; ahora no estamos intentando adquirir técnica, ni incluso mejorar nuestra coordinación, sino simplemente ajustar nuestro reloj interno, aprender a controlar nuestras reacciones en el tiempo y adquirir esa “unidad de medida empírica” que nos permitirá siempre saber cuándo debemos tocar. Por ejemplo, el típico patrón de bombo (tiempos 1 y 3) y caja (tiempos 2 y 4) a negras, con el charles a corcheas es un buen comienzo, ya tendrás tiempo de complicarte más la vida.

Después de un rato, puede parecerte que estás perdiendo el tiempo, pero no es así; con estos ejercicios podríamos decir que ocurre lo mismo que con lo de “dar cera, pulir cera” de la película Karate Kit, aprendes algo sin darte cuenta.

A medida que vayas cogiendo confianza, puedes ir variando el tempo y el patrón; ten en cuenta que es en los tempos más lentos donde resulta mucho más difícil mantener una velocidad constante, ya que el espacio entre golpe y golpe es mayor y contamos con menos referencias de tiempo.

A buen seguro, tus primeros encuentros con la claqueta resultarán bastante deprimentes (a no ser que poseas alguna cualidad innata en ese aspecto), pero no por ello debes desmoralizarte. Además, resulta mejor enfrentarse a este problema en casa, con tiempo para solucionarlo, que en el estudio de grabación. A ese respecto, existe un pequeño truco que emplean algunos bateristas en estudio para facilitar su adaptación a la siempre odiosa referncia de tiempo en sus auriculares, el cual consiste en poner la claqueta al doble de la velocidad de la canción; de esta forma, tienes un golpe de claqueta para “pisar” y otro para escuchar.

La primera opción para realizar estas prácticas es el metrónomo, y en el mercado existen gran número de modelos, desde los tradicionales mecanismos de péndulo a sofisticados modelos electrónicos, capaces de trabajar en diferentes tipos de compás y de poder precisar su velocidad de forma milimétrica. Cualquiera de ellos irá bien para nuestros menesteres, aunque ya puestos... cuantas más prestaciones mejor. 

La segunda solución es la de hacerse con una caja de ritmos; la práctica totalidad de ellas incorpora la función de claqueta, aunque de no ser así, siempre podemos programarnos un patros de charles o cualquier otro elemento. La ventaja de una caja de ritmos reside en el hecho de que, para que nuestra práctica sea menos aburrida, podemos programar un patrón sencillo y tocar sobre él. Además, dispone de las mismas posibilidades (sino más) que puede ofrecer cualquier metrónomo digital.

Para muchos, la referencia auditiva puede llegar a ser un tormento, es por eso que la industria ha desarrollado una serie de claquetas visuales. No es ni más ni menos que una claqueta convencional pero el impulso eléctrico generado, en lugar de convertirse en una señal audible se emplea para encender un LED o una bombilla.

Por extensión, para nuestra práctica también podremos utilizar cualquier tipo de secuenciador, ya sea por software o por hardware, incluso puedes emplear como referencia de tiempo el segundero de un reloj, siempre que éste tenga unas dimensiones considerables.

Como ya hemos dicho anteriormente, estos ejercicios no sólo los deben practicar los bateristas o percusionistas, sino que bajistas, guitarristas, teclistas, cantantes y, por extensión, cualquier músico que se precie, debe hacer sus ejercicios de ritmo.

En el seno de muchos grupos con pretensiones siempre ha surjido en ocasiones la frase de “tenemos que hacer un ensayo con claqueta”, aunque muy pocos son los que llegan a tal experiencia.

En ocasiones, hemos podido ver a bateristas que en directo emplean metrónomos conectados a auriculares, y es una buena solución para mantener el tempo correcto, pero si el grupo no sigue al baterista éste acabará haciéndose un lío de mil demonios y no sabrá a quién seguir, si al resto de la banda o a la claqueta, ya que en ambos casos los resultados serán malos; si sigue a la claqueta, el grupo quedará descuadrado con su interpretación, y si sigue al grupo... las que corren peligro de descuadrarse son sus neuronas. 

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